El sueño es algo esencial para el ser humano, ya que mientras dormimos nuestra mente y nuestro cuerpo descansan y se recuperan. Si para un adulto es importante dormir bien, para los niños lo es todavía más. A pesar de ello, los especialistas han detectado que los niños con altas capacidades tienen patrones de sueño y descanso que no encajan del todo con lo que es habitual dentro de su grupo de edad.

Existen múltiples estudios sobre el sueño en la infancia y como influye este en el crecimiento, el desarrollo, y la consolidación de los conocimientos adquiridos a lo largo del día. Aunque no existe tanta información sobre los patrones del sueño en niños con una capacidad intelectual que está por encima de la media, los padres sí han detectado que sus patrones de sueño están ligeramente alterados.

¿Cuánto deben dormir los niños?

La cantidad de horas de sueño que necesita un niño depende de la edad que tenga. Los bebés duermen muchas horas y van dejando de hacerlo a medida que se van desarrollando. Lo hacen, sencillamente, porque su cuerpo ya no necesita dormir tanto para seguir creciendo.

En el caso de los niños entre los 3 y los 5 años, lo habitual es que tengan entre 10 y 13 horas de sueño cada noche. Entre los 6 y los 12 años se pasa a dormir de 9 a 12 horas. En el caso de los adolescentes, un descanso óptimo requiere de 8 a 10 horas por noche

Dormir es imprescindible para el bienestar físico y mental y, en el caso de los niños y adolescentes, también lo es para su crecimiento y su correcto desarrollo. Porque durante el sueño el cuerpo y el cerebro pasan por una serie de procesos vitales que afectan positivamente a la salud e influyen en el funcionamiento cognitivo y emocional de los niños. 

En el sueño se liberan hormonas del crecimiento, que se encargan de estimular el desarrollo de los huesos y los músculos, junto con la regeneración de los tejidos. También durante el sueño se fortalecen las conexiones neuronales y se consolidan los conocimientos y habilidades aprendidas durante el día.

Además, la fase de sueño REM desencadena unos procesos que están vinculados con la regulación emocional. Por eso cuando un niño no duerme está más irritable e impulsivo, porque tiene menos capacidad para gestionar el estrés y las emociones de una forma saludable.

Es decir, que en el caso concreto de los niños, un buen descanso es imprescindible para crecer, aprender, y gestionar las emociones.

¿Por qué los niños con altas capacidades duermen menos?

Estudios y observaciones clínicas han demostrado que los niños con una alta capacidad intelectual duermen menos horas al día que otros niños de su edad. Esto se debe a varios factores:

Su mente hiperactiva y su intensa curiosidad los mantiene inmersos en pensamientos o en proyectos de aprendizaje incluso cuando deberían estar durmiendo. A pesar de estar en la cama, a su mente le cuesta relajarse y desconectar el tiempo suficiente como para poder conciliar el sueño.

Es habitual que estos niños tengan una mayor capacidad sensorial. Es decir, que son más sensibles frente a estímulos como luces, sonidos o texturas, y esto puede hacer que tarden más en dormirse, o que se despierten a lo largo de la noche. 

A medida que los niños crecen, ellos mismos recortan sus horas de sueño, porque prefieren están realizando alguna actividad de aprendizaje antes que durmiendo.

¿Qué ocurre si un niño con altas capacidades no duerme lo suficiente?

No es que los niños con altas capacidades necesiten dormir menos que el resto, es que para ellos conciliar o mantener el sueño resulta más complicado. En consecuencia, si no descansan lo suficiente, van a sufrir las consecuencias.

Bajada del rendimiento académico

La ausencia de un descanso adecuado afecta a la capacidad de concentración de los niños, sin importar cuál sea su nivel intelectual. Por ello, un niño con altas capacidades que no duerme bien empezará a tener problemas para concentrarse, y eso afectará a su capacidad para retener y procesar nueva información.

Si esto se mantiene a lo largo del tiempo, lo más normal es que el rendimiento académico disminuya, lo cual puede traer asociado otro problema. Los niños con altas capacidades de aprendizaje no están acostumbrados a “fallar” en los estudios y, si lo hacen, es posible que no puedan gestionar bien esta frustración.

Dificultad en la regulación emocional

Cuando los adultos no dormimos bien, estamos mucho más irritables y nuestro humor puede cambiar rápidamente. En el caso de los niños, pasa exactamente lo mismo. Si no descansan bien, su estado emocional empieza a empeorar.

Al decaer el bienestar emocional las relaciones con amigos y familia se pueden ver afectadas. Además, se reduce la capacidad que tiene el niño para afrontar el estrés.

Problemas de salud física

Cuando durante mucho tiempo seguido los niños con altas capacidades no descansan lo que deberían, su sistema inmunológico es el primero que lo nota. Se vuelven más susceptibles a contraer enfermedades, y su cuerpo tiene más dificultades a la hora de luchar contra infecciones.

En los niños, como en los adultos, la falta de sueño puede suponer un riesgo de desarrollo de enfermedades cardiovasculares, relacionadas con el metabolismo y la obesidad.

Menos creatividad y capacidad para resolver problemas

Si un niño no duerme lo suficiente, su capacidad para pensar de manera innovadora y de encontrar soluciones creativas a los problemas se va a ver mermada.

Él será consciente de que sus facultades están empeorando y, a la vez, como tampoco será capaz de hacer una adecuada regulación emocional, enfrentar esta situación le resultará especialmente complicado, y su autoestima puede verse afectada.

Consejos para que los niños con altas capacidades puedan dormir mejor

No importa lo inteligente que sea un niño, si no duerme todas las horas que necesita, sus capacidades van a mermar, e incluso su salud estará en riesgo. Si quieres ayudar a que tu hijo duerma mejor, puedes poner en práctica los siguientes consejos.

Establece una rutina de sueño: definiendo horarios fijos para acostarse y levantarse. Esto “enseña” a la mente cuando llega el momento de bajar el ritmo y dormir, y cuando es momento de ponerse en marcha.

Crea un ambiente propicio para dormir: la habitación del niño tiene que ser tranquila, estar oscura y fresca. Cuantas menos distracciones visuales y sonoras haya, mucho mejor. Si el niño es especialmente sensible a luces y sonidos, valora el uso de tapones para los oídos o máscaras para los ojos.

Limita la exposición a las pantallas: está demostrado que la luz azul de las pantallas estimula el cerebro y reduce la producción de melatonina, que es la hormona que regula el sueño. Para que esto no ocurra, procura que el niño no esté usando el móvil o la tablet al menos una hora antes de ir a dormir. A fin de conseguirlo, puedes establecer dentro de su rutina de sueño pasar un rato leyendo o escuchando música relajante justo antes de irse a la cama.

Practicad técnicas de relajación: si el niño es muy nervioso, podéis practicar unas técnicas de relajación en familia. Por ejemplo, hacer unos ejercicios de respiración, o unos estiramientos suaves.

Sé estricto sobre actividades nocturnas: no es extraño que los niños con altas capacidades se levanten en mitad de la noche y se pongan a leer o a buscar información. Como padre o madre tienes que ser especialmente estricto con esto. Explícale a tu hijo lo importante que es descansar, y que ya tendrá tiempo después para buscar la información que le interesa, pero que por la noche debe dormir.

Promueve un estilo de vida sano en tu hijo: una alimentación sana y equilibrada y la práctica habitual de deporte son los mejores aliados para regular el sueño. 

Cada niño es único, pero ya hemos visto que los niños con altas capacidades lo tienen un poco más difícil para descansar las horas que su cuerpo y su cerebro necesitan, así que como padres tenemos que poner un poco más de nuestra parte y crear buenas rutinas para garantizar el descanso adecuado.