Los hijos absorben todo lo que ven en casa, sobre todo cuando son pequeños y los padres se convierten en sus principales referentes de conducta. De ellos aprenden a gestionar sus emociones, adquieren diferentes hábitos de vida e incluso imitan la forma en la que se comunican. Por esto y por muchos otros motivos, es importante saber reaccionar incluso en las situaciones más tensas. Suena sencillo, pero tú sabes que no lo es, ¿verdad?

Los adultos somos capaces de comprender cuándo existe un enfado puntual o por qué una persona puede perder los nervios en un momento dado. Sin embargo, si los más pequeños ven esto en casa sin contextualizarlo, lo pueden interiorizar como una respuesta normal ante cualquier situación. No controlar los ataques de ira puede hacer que tus hijos sean mucho más explosivos en su vida cotidiana y lo consideren adecuado: así de importante es aprender a suavizar nuestras propias reacciones.

En ocasiones esto parece un trabajo casi imposible y no es porque los padres o las madres tengan un carácter especialmente beligerante. Se trata de circunstancias en las que los hijos son incapaces de permanecer quietos, cuando no hacen lo que se les pide, cuando están molestando a todo el mundo y, para más inri, no han dejado pegar ojo a ningún miembro de la familia en toda la noche. ¿Te suena?

Pero, ¿cómo contenerse en estas circunstancias para dar un buen ejemplo? En este artículo te ofrecemos algunas pautas para que puedas hacerlo sin sufrir tanto en el intento.

Los motivos por los que pierdes los nervios con tus hijos

Antes de saber cómo controlar la ira con los hijos, es crucial aprender a detectar los motivos por los cuales tú, una persona adulta y sensata, llegas a esta situación. Debes saber que el factor más común y sutil es la discrepancia entre lo que tú crees que es una buena conducta, que además estás inculcando a tus hijos, y lo que ellos hacen. Cuando sus actuaciones y comportamientos no corresponden con lo que se les enseña en casa, resulta especialmente desquiciante.

¿No se aplican en el colegio o en el instituto?, ¿no hacen alarde de la educación y respeto con los demás? Esto no es lo que tú has planeado para ellos. De ahí viene la desesperación y muy frecuentemente la pérdida de los nervios. Cabe destacar que, por desgracia, rara vez conseguiremos que los hijos sigan exactamente nuestros pasos.

Otro de los factores que propicia la ira en los progenitores e incluso en los hijos es el carácter y la personalidad. De nuevo, no es cuestión de tener necesariamente un mal carácter, tiene más que ver con tener el mismo carácter que tus hijos. Entre iguales es especialmente sencillo que surja el roce, el choque o la confrontación. Y todos sabemos que de tal palo tal astilla.

¿Cómo controlar los ataques de ira con los hijos y no perder los nervios?

Con el punto anterior ya puedes comprender un poco mejor las motivaciones que te pueden llevar a perder los nervios en un momento dado. No obstante, vamos a ver qué puedes hacer para que esto no se te vaya de las manos y evitar un ataque de ira innecesario.

Lo principal va a ser hacer un trabajo de reflexión que te lleve a comprender que tus hijos van a ir por libre y que, por mucho que los eduques, serán seres humanos con experiencias vitales propias, con influencias propias e ideas propias. Esto los va a hacer diferentes de lo que esperas en muchas circunstancias y, en algunos casos, será fantástico para aprender de ellos y su punto de vista, pero en otras será foco de nervios por comprobar que no siguen tus mismos valores. Habrá que dejar que vuelen, así que lo mejor es mantener la calma.

La buena noticia es que hay algunos trucos para controlar esa energía iracunda que inunda tu cuerpo y mente en esos momentos especialmente desquiciantes y que te los vamos a mostrar todos. Estos son buenos métodos para tranquilizarse, generar confianza y evitar tiranteces con los hijos:

  • Escuchar de forma activa. Respirar, contar hasta tres e intentar escuchar a los hijos es fundamental para comprender la situación y tomar medidas más estratégicas que la ira o el enfado. A veces se reacciona antes de tiempo y todo podría solucionarse poniendo atención.
  • Paciencia. Tanto los niños como los adolescentes se hacen muy complicados. Recordatorio: tú también has sido así. Por lo tanto, vas a tener que sacar paciencia de donde puedas porque es la mejor manera de llevarlo con solvencia. Tienen mucho que aprender, experiencias por vivir, por lo que va a existir confrontación constante hasta que se consolide su personalidad.
  • Despojar de la responsabilidad. Es fácil reprochar a los hijos que, por su conducta, uno se ha enfadado y ha perdido los nervios. Pero nada más lejos de la realidad. Tu control de la ira es tu asunto y debes responsabilizarte de él, de la misma forma que esperas que ellos se hagan responsable de sus actos o palabras. Esto debe ser bidireccional.
  • Vías de comunicación. Es indispensable hablar con ellos sobre el problema para solucionarlo de verdad, los enfados constantes solo van a producir una sucesión de ira eterna. Intentar dialogar, por mucho que cueste, será una buena forma de reconducir la situación y minimizar las probabilidades de que se repita. 
  • Escoger las palabras. Es complicado ser asertivo, edificante y amable cuando uno ha perdido los nervios. Sin embargo, intentar modificar la forma de expresión a algo más constructivo va a hacer que todo fluya mejor y que no se produzca una escalada de tono hasta la falta de respeto, el grito o el castigo inminente. Tampoco darás armas a tus hijos para que te reprochen tu conducta o una mala palabra en un momento inadecuado.
  • Darse tiempo y espacio. La paciencia, la comunicación y la asertividad son muy importantes, pero, siendo realistas, son complicadas de practicar en pleno estallido. En estos casos la opción más inteligente es darse un poco de espacio hasta que baje es a adrenalina e intervenir un poco más tarde, pero hacerlo desde la calma.

Algunas preguntas que debes hacerte antes de estallar con tus hijos

Nos centramos ahora en ese momento en el que debes calmarte en tiempo récord o te has dado un poco de tiempo para relajarte antes de actuar. Es la oportunidad para razonar y hacer que la ira vaya desapareciendo, para lo cual puedes hacerte algunas preguntas a ti mismo que te ayuden a recomponer la situación antes de crear el enfado.

¿Es tan importante que tus hijos cometan errores?

En realidad, errar y aprender es parte de la educación. Plantéate que todos cometen errores, se equivocan o tienen conductas de las que se avergüenzan cuando son adultos. Esto te ayudará a empatizar y ser algo más benevolente con ellos.

¿Prefieres ser un buen educador o tener la razón?

Tener la razón está muy bien, pero a veces hay que bajar marchas cuando se trata de educar a los hijos. Abrir buenas vías de comunicación y confianza es más importante que imponer tu razón con ellos.

¿Hay soluciones al conflicto?

Si te has tomado un tiempo para reflexionar, aprovecha para preguntarte su hay soluciones para ese conflicto que sean prácticas, educativas y constructivas. Habitualmente tener un enfado como única respuesta no resuelve nada, así que debes acudir a hablar con tus hijos con una estrategia que realmente mejore la situación.